9 mar 2010

Hubo un día...

Hubo un día un chico que quería decir la verdad. Quería hacerlo, pero no se decidía porque veía lo que le pasaba a los que decían la verdad: que mucha gente no los quería. Sin embargo, cada vez que mentía a un amigo o a un familiar, algo en su interior iba creciendo más y más y cada vez se sentía peor. ¿Qué hacer: seguir soportando ese dolor o decir la verdad?

Un día decidió que iba a intentarlo. Aunque sólo fuera por un día, iba a hacerlo. Se levantó y cuando iba para clase, se cruzó con esa chica que le caía tan mal, que le dijo una de sus tonterías que herían su orgullo, a lo que él respondió
-Lo siento, pero estoy cansado de tus tonterías. No soy tu amigo y no me caes bien, así que por favor, no te tomes esas confianzas conmigo.
Normalmente, esbozaba una sonrisilla nerviosa y andaba más rápido, pero ese día, tenía que decir la verdad. La chica le miró bastante enfadada. Probablemente lo contaría a toda la clase, pero le daba igual. Había dicho la verdad.

Ya en clase, ella se lo contó a todo el mundo. Otros de sus compañeros, que siempre criticaban a todo el mundo, ahora se reían. Él normalmente hubiera pasado sin hacer caso, pero hoy iba a decir la verdad.
-Por favor, ¿podéis dejar de hablar sin saber? Sería lo mejor para vosotros y para el mundo.
Escuchó varios "¿pero de qué va ese flipado?" por detrás y más risas. Bueno, ya había dicho lo que pensaba otra vez. Se había medido, ya que podía haber dicho muchas más cosas, pero no quería ser maleducado en clase.

Cuando salió al recreo, una amiga le dijo algo en mal tono a otro amigo, que creía que había sido sin motivo. Se quedaría callado, porque no le incumbía...Pero hoy se forzaba a decir la verdad, por mucho que le doliera.
-Esa no es forma de decir las cosas.-dijo mirándola.-Y además creo que no tienes razón.
Ella lo miró enfadada y se fue. Las demás amigas se fueron detrás suya.

Cuando llegó a casa, empezó a plantearse si realmente merecía la pena decir la verdad. Sólo le daba problemas. Sin embargo, se sentía increíblemente aliviado. Entonces... ¿Merece la pena seguir diciendo la verdad?

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